
"El pasto aplastado lo confirma, había faunos descansando en el bosque. Se los puede espiar sin que se den cuenta; uno de ellos duerme, deja caer su mano inerte sobre el pecho, los dedos le rozan la piel. Muestran sus cuerpos lampiños, apenas dorados por el sol, seguramente por estar más acostumbrados a la noche que al día. Carecen de adornos, excepto por los cuernos de carnero que nacen en la sien. Ellos viven en una dimensión impenetrable para el mortal y no se nos permite acceder a ese universo.El lugar y el mundo es para ellos una misma cosa.
La quietud de los cuerpos contagia a los arbustos y a los pastos, pero algo hace suponer que la correría ya tuvo lugar, que aquellas criaturas míticas se dispersaron en el bosque en busca de regocijo y cayeron en la tierra para tumbarse sobre el pasto fresco y abundante. Si están juntos, parecen ignorase uno al otro, como si una larga convivencia los hubiera ido cerrando a sí mismos, como si se hubieran olvidado uno del otro. Quizá por esta razón pareciera que no necesitan palabras, que la mansedumbre de aquellos ojos fuera suficiente para entenderse e interrogarse. Lo mismo sucede con el gesto de las manos, que caen sobre los cuerpos con despreocupación infantil, abandonadas, dispuestas a dejarse moldear.
Ellos se reservan la libertad de desafiar las leyes del mundo de los mortales y de vivir una vida diferente a la de los demás, la vida de un fauno, y de esa diferencia emana una especie de bondad. "
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